Disfrutar, desistir de lo convencional, de lo tradicional ¿Quién dijo que la vida estaba hecha como un puzzle perfecto? ¿O que las piezas no podían estar desordenadas?
Sentado frente a la brisa del mar, sonrío, disfruto, respiro profundamente. Miro a mi alrededor y pienso en la inmensidad, en la eternidad. Lo eterno es efímero, es una fugaz brisa que pasa, pero que te impregna de magia durante dos segundos. Esos instantes comprenden una vida.
A mi lado, el verso del poeta. Las ciencias y las letras. El ying y el yang. Las palabras del capítulo inicial de mi libro se abren en espiral y junto a mi reposas llena de vida. Llena de instantes. De piezas de puzzles.
Es fácil construir algo cuando se tienen los cimientos. Dejémonos llevas por las inmediaciones de lo carnal y no suframos en demasía por lo terrenal. Aquello del Carpe Diem tenía su lógica. Ya me dije a mí mismo que no iba a desistir en la búsqueda de no buscar nada. De la filosofía de que todo llega, para bien o para mal. Los parabienes los tengo guardados en un cajoncito de sastre que saco a pasear cuando aquellos "paramales" me atormentan de vez en cuando.
Y sigo frente a la orilla de esta playa, una de tantas, sí, pero hoy es especial. Sentado al lado de la chica de mis sueños, me siento aturdido y perplejo por lo que sucede alrededor. Por la vida que reposa, que rebosa en un mar que se deshace mientras sus olas rompen en una orilla desgastada pero acostumbrada a ver los mejores atardeceres de la historia.
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