Javi siempre la quiso, desde que era niña. Era una especie de amor platónico. Tenían la misma edad y habían pasado todas las promociones de primaria y acababan de aterrizar en el instituto. Morenito, ojos claros, era un chico normal, eso sí, inteligente como ella.
Los años del instituto pasaban y ella se iba enamorando y desenamorando tan fácil que a Javier hasta le costaba asimilar el daño. Había perdido la fe en ella. No era cobarde, o tal vez sí.
- Bea. ¿Te llevo a casa?. Dijo Javi con su pequeña moto justo en la salida del instituto.
- No, gracias Javi. Estoy esperando a Roberto, un chico que acabo de conocer. A ver si te lo presento. ¿Vienes mañana a mi casa?
- Claro.
No se desenganchaba de ella, era su droga preferida y la única en su vida. Pasaba los días con ellas y la sentía tan cerca y tan lejos que cuando llegaba a casa se sentía inútil, desabrido. Soy un pagafantas, se solía decir.
¿Porque le gustan todos los capullos del mundo menos yo?
- Eres mi mejor amigo Javi, lo sabes ¿verdad?.
Su cuarto no era desconocido para él. Iba al menos dos veces por semana. Sus muñecas, sus peluches y esa cama que tan nervioso ponía a Javier eran los adornos que poseía.
- Sí, lo sé Bea. Sabes una cosa...Dijo Javi mientra intentaba posar su mano en la suya, no se atrevió finalmente.
- Dime, Javi
- No, nada. Me fijaba en lo bonito que es ese peluche. Dijo señalando a un pequeño oso, con un pequeño corazón enmedio en el que se podía leer "Love"
- Sí, me lo ha regalado Cristian, el vecino del segundo.
- ¿y Roberto?
- Ahh, eso se acabó. Era un auténtico capullo.
- ¿Pero si Cristian tiene 22 años y tu tan solo 16?
- Sí pero es muy mono. Además tiene un BMW espectacular.
Sus amigos empezaron a tomarlo por tonto, le aconsejaban que no siguiera detrás de ella como un perro faldero, pero hizo caso omiso. Él la quería.
- Javi, ¿puedes arreglarme el portátil, es que está roto y lo necesito para mañana que tengo que entregar el trabajo de Lengua.?
- Vale, sin problemas Bea.
- Muchas gracias, guapo.
Y beso en la mejilla de despedida.
Siempre era lo mismo. Siempre pedía y pedía y nunca daba. Cuando tenía que dejarlo tirado por alguno de sus amigos lo hacía, sin contemplaciones, sin miramientos. Total, eran amigos.
- Tío la tienes como a una diosa, como a una heroína joder. No vuelvas a su casa macho y sal con nosotros que ahora salimos con cuatro chicas muy guapas. Venga vente.
- No, hoy me quedo en casa.
- Joder tio, esa tia te está haciendo daño.
Mañana me declaro, se dijo para sí. No podía aguantar más.
Llegó a su puerta aquella tarde y esperó impaciente pensando la forma en la que decirle que le gustaba y que quería estar con ella.
Nadie habría y sintió ruido dentro de la casa. El ruido fue incrementando hasta ser audible. Eran gritos que provenían desde dentro de la casa. Llamó más fuerte a la puerta y entonces abrió Bea.
- Ahh. Hola Javi. ¿Qué quieres?
- Quería hablar contigo. Tienes un momento.
- Es que ahora mismo no es buena idea. Dijo mientras se recogía el pelo.
- Bea, ¿qué tienes en el cuello?
- Ahh, esto...dijo en tono nervioso. Esto es un pequeño moratón que me he hecho al caerme de la cama.
- ¿Te ha hecho daño Cristian? Inquirió Javier.
- Ya te he dicho que ha sido un golpe con la cama, no le des más vueltas Javier. Además ¿a ti que te importa?
- No sé, pensaba que éramos amigos.
- Y lo somos, pero no me gusta que me trates como a una niña.
- Mira Bea, yo ya no puedo aguantar más esta situación. Vengo a decirte que te quiero con locura desde el primer día que te vi y que no puedo seguir siendo tu amigo. No sé que me dirás pero yo no podía aguantar más sin decírtelo.
- Lo siento Javi pero yo te quiero como amigo. Sólo eso.
- Pues vale, ya está, fin de la historia.
- Bea, entra coño que me has dejado a medias. Dijo una voz ronca de hombre que provenía desde dentro de la casa. Era Cristian.
- Bueno te dejo Javi. Que te vaya bien.
- Gracias, espero que a ti también.
No volvieron a quedar y tan solo se veían en clase. Las notas de Bea parecían empeorar y al cabo de los meses Javier se enteró que se había quitado del instituto y que supuestamente estaba embarazada. Nunca más volvió a su piso.
Justo veinte años después, Javier paseaba con su mujer y sus tres hijos por ese barrio, que había dejado atrás hacía unos años para trabajar de Ingeniero en una prestigiosa empresa alemana. La vida le había tratado bien, le había dado tres hijos hermosos y una mujer alemana que lo quería con locura. Torció una esquina y se encontró a una persona que le resultaba familiar. Bea.
Sentada en un banco, con aspecto sombrío y aire melancólico, yacía Bea fumándose algo que parecía ser droga. Sola, daba un aspecto deprimente. Javi se alejó un momento de su familia y se acercó un momento hasta ella.
- ¿Bea?
- ¿Te conozco?
- ¿No sabes quién soy?
- Pues no sé, como no seas mi nuevo camello... ni idea. Si no lo eres déjame en paz no tengo tiempo para tonterías.
- ¿Qué fumas?
- Heroína. ¿Quieres un poco?
- No gracias, hace tiempo que dejé de creer en ellas....
La semana que viene tendremos el cuarto y último relato de esta serie de 4. Si tengo tiempo para seguir escribiendo, publicaré otra serie de 4 más adelante. El último de esta primera temporada se titula " EL ESCRITOR". No se lo pierdan.
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