Hoy les voy a contar una auténtica historia de amor. Un hombre que siempre lleva fotos de la mujer que hace años que no ve. Que lleva su rostro allí donde va, allí donde acaba tras una noche fatigada, tras otro día más sin ella.
Esta es la historia de un amor de verdad, de esos de cuentos. De esos que se te quedan en la memoria. Él la busca en las canciones, se emboba con la foto de su móvil. En todos estos años sin verla no ha tenido ojos para nadie, y yo llego a pensar que nunca los tendrá. Vive de su recuerdo, de sus besos, de sus momentos y de su vida a su lado.
No se despegó nunca de su lado, ni se despegará. Como no lo hizo en los peores días de su vida, cuando pasaba las noches sin dormir solo mirando cómo su ángel se apagaba, cómo su vida misma lo hacía al mismo ritmo.
Se le enrojecen los ojos cuando habla de ella, cuando la piensa, cuando la sueña. Sabía que tenía que buscar una válvula de escape, porque también sabía que acabaría consumiéndose en las paredes de los recuerdos, que se pudrirían los cimientos de su alma. Y por eso vive.
Porque allí donde esté estará guardando su alma y la siente dormitando con él, con la respiración entrecortada piensa que su lado de la cama sigue ocupado pero mira y no encuentra nada, intenta abrazar algo pero se encuentra con las sábanas vacías.
Le tengo un gran cariño, respeto y amor a esta persona que lo ha sido y es todo para mi. Solo tengo palabras bonitas para él. Para este hombre de aspecto solitario, que se refugia en su ser introvertido y que no expresa mucho con palabras, pero sí con hechos.
Para el hombre que cuando se enamora lo hace de verdad, que piensa que la princesa que ocupó sus sueños lo esperará y la hará despertar con un beso. Ese día volverá a ser completamente feliz.
Para ti. De tu amigo, compañero y el reflejo en el espejo de la princesa de tu cuento.
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